Seguro que te suenan la anorexia y la bulimia. Son los dos trastornos alimenticios más conocidos y los que casi siempre se nombran en los medios. Pero hay muchos más. Trastornos que también afectan a tu salud física, emocional y social, pero que rara vez se detectan a tiempo porque no encajan en la imagen clásica que solemos tener.
Puede que incluso tú estés sufriendo uno y no lo sepas. O que alguien cercano lo esté pasando mal sin que nadie se dé cuenta. Por eso es tan importante hablar de estos otros trastornos alimenticios. Los que no salen tanto en las noticias. Los que no siempre implican estar delgado. Los que no sabes cómo nombrar, pero que hacen que la comida se convierta en un problema.
Este artículo es para ti, para que aprendas a reconocerlos, para que veas que no estás solo y para que sepas qué pasos puedes dar para salir de ahí. Porque sí, se puede salir. Y cuanto antes lo sepas, mejor.
El trastorno por atracón: cuando comes sin control y luego te sientes fatal
Se llama trastorno por atracón y consiste en comer grandes cantidades de comida en poco tiempo, aunque no tengas hambre. Lo haces rápido, a escondidas, y cuando terminas te sientes fatal: culpable, triste, incluso asqueado contigo mismo. La diferencia con la bulimia es que después no vomitas ni haces ejercicio para compensar. Simplemente te quedas con esa sensación de haber fallado.
Este trastorno es mucho más común de lo que crees. De hecho, es el más frecuente de todos. Pero mucha gente ni siquiera sabe que existe. Se piensa que si alguien tiene sobrepeso es porque “no se cuida”, y punto. Nadie se plantea que detrás puede haber algo emocional muy fuerte.
Si te pasa esto de forma habitual, no es un fallo de voluntad. No es que no tengas fuerza. Es un trastorno y necesita tratamiento.
¿Qué puedes hacer?
Empieza por reconocerlo. Luego pide ayuda. Un psicólogo y un nutricionista pueden ayudarte a identificar los desencadenantes, a ordenar tus comidas y a dejar de castigarte. También puedes escribir lo que sientes antes, durante y después de cada atracón. Eso te dará muchas pistas.
OSFED: cuando no encajas en ninguna etiqueta, pero sabes que algo no va bien
El nombre técnico es un poco raro: OSFED. Significa “otros trastornos de la conducta alimentaria no especificados”. Es como una especie de cajón donde entran todas las personas que tienen problemas graves con la comida, pero que no cumplen todos los requisitos para que les digan que tienen anorexia o bulimia.
¿Te saltas comidas con frecuencia?
¿Tienes reglas muy estrictas sobre lo que puedes o no puedes comer?
¿Te castigas si comes algo “prohibido”?
¿Comes muy poco pero no estás extremadamente delgado, así que nadie se da cuenta?
Entonces puede que estés dentro de este grupo. Y no, no es algo leve. Las consecuencias físicas y mentales pueden ser igual de duras que en los trastornos más conocidos.
¿Qué puedes hacer?
No necesitas que alguien te diga “sí, tienes anorexia” para pedir ayuda. Si la comida te genera ansiedad o culpa de forma frecuente, si condiciona tu vida social o tus emociones, ya es motivo suficiente. No esperes a estar peor.
ARFID: cuando no comes por miedo, no por imagen
Aquí no hablamos de dietas, ni de calorías, ni de peso. Hablamos de miedo. Miedo a atragantarte. Miedo a vomitar. Miedo a probar algo nuevo y sentirte mal. El ARFID (Trastorno de Evitación/Restricción de la Ingesta de Alimentos) suele empezar en la infancia, pero puede mantenerse en adultos.
No es una manía ni una etapa. No es que seas tiquismiquis. Es un trastorno real que puede hacer que tu alimentación sea muy pobre y que te falten nutrientes esenciales.
Hay personas con ARFID que solo comen cuatro o cinco alimentos, siempre los mismos. Otras que no pueden comer fuera de casa porque no soportan la idea de probar algo distinto. Y aunque la mayoría no tienen problemas con su cuerpo, sufren muchísimo por no poder llevar una vida normal.
¿Qué puedes hacer?
Busca ayuda psicológica específica. El tratamiento suele combinar terapia de exposición gradual, trabajo con texturas, olores y sabores, y apoyo emocional para que vayas ampliando tu repertorio alimentario sin angustia.
Ortorexia: cuando comer sano se convierte en una obsesión
Empieza con buenas intenciones. Quieres comer mejor, dejar los ultraprocesados, eliminar el azúcar. Pero poco a poco, lo sano se convierte en lo único aceptable. Y cada alimento que no cumpla tus estándares se convierte en una amenaza.
La ortorexia no está reconocida oficialmente como trastorno, pero cada vez hay más personas que la sufren. Personas que ya no disfrutan comiendo. Que pasan horas planificando, comprando o cocinando. Que rechazan planes sociales por no poder controlar la comida. Que sienten ansiedad si se “saltan” sus propias normas.
Y lo peor: como parece que hacen “vida saludable”, nadie les dice nada.
¿Qué puedes hacer?
Si lo sano te está quitando calidad de vida, ya no es sano. Puedes recuperar una relación más flexible con la comida. Para eso, es importante trabajar con un terapeuta y reaprender a comer desde el placer y no desde el miedo.
Pica, rumia y otros trastornos poco conocidos
Hay otros trastornos alimenticios que son todavía menos conocidos, pero no por eso menos importantes:
- Pica: consiste en comer cosas que no son alimentos, como tierra, pelo, yeso o papel. Puede aparecer en niños, embarazadas o personas con carencias nutricionales.
- Trastorno de rumiación: regurgitas la comida de forma repetida después de comer, la vuelves a masticar y a veces te la tragas otra vez. Puede pasar sin darte cuenta y provocar problemas digestivos.
- Trastorno por purgas sin atracones: vomitas o usas laxantes sin haber comido en exceso. A veces lo haces por costumbre, por culpa, o por miedo a engordar aunque no haya habido atracón.
Cómo afectan estos trastornos a tu salud
Aunque no se hablen tanto, todos estos trastornos pueden dejar secuelas importantes:
- En tu cuerpo: desnutrición, pérdida o aumento de peso, problemas digestivos, fatiga, alteraciones hormonales, daño en dientes y encías.
- En tu mente: ansiedad, tristeza, insomnio, obsesiones, pérdida de autoestima.
- En tu entorno: dificultad para salir a comer, miedo a que te vean, discusiones con la familia, aislamiento.
La comida, que debería ser algo agradable, se convierte en una fuente de sufrimiento constante. Y eso no se soluciona con una dieta ni con fuerza de voluntad.
Qué puedes hacer para salir de ahí
Te dejo algunas ideas claras que puedes aplicar si estás pasando por algo de esto (o si conoces a alguien que lo está sufriendo):
- Pide ayuda profesional. No todos los psicólogos están especializados en trastornos alimenticios. Busca uno que sí lo esté. También un nutricionista que entienda que no se trata solo de calorías, sino de emociones.
- Habla con alguien de confianza. Puede ser un amigo, un familiar, una pareja. Que te escuchen sin juzgar ya es un paso enorme.
- Observa tus patrones. ¿Cuándo te cuesta más comer? ¿Qué sientes antes y después de hacerlo? Apuntar estas cosas en una libreta te ayudará a entenderte mejor.
- No te compares. Cada persona vive su proceso de forma distinta. Lo que funciona para uno puede no funcionarte a ti, y eso está bien.
- Evita rodearte de mensajes obsesivos sobre comida. Algunas cuentas de redes sociales que parecen “saludables” en realidad te hacen sentir peor. Haz limpieza digital si lo necesitas.
¿Y si alguien cercano tiene un trastorno alimenticio?
No necesitas ser experto para ayudar. Basta con estar disponible, escuchar y acompañar. Aquí van algunas ideas:
- No critiques ni des consejos no pedidos.
- No hables de su cuerpo ni de su comida.
- Dile que te importa y que estás ahí si necesita hablar.
- Anímale a buscar ayuda profesional, pero sin presionarle.
Lo que recomienda la psicóloga Patricia Sánchez Sainz de Aja
Patricia trabaja cada semana con personas que tienen trastornos alimenticios poco visibles. Esto es lo que recomienda si estás pasando por algo así:
- Empieza por el cuerpo, pero trabaja también la mente.
“El problema no es solo la comida. Detrás suele haber ansiedad, miedo, necesidad de control o una autoestima muy frágil. Por eso el trabajo psicológico es tan importante como el nutricional”. - No esperes a estar peor.
“Muchas personas piensan que su caso no es ‘tan grave’ como para pedir ayuda. Pero cuanto antes empieces, más fácil es recuperar tu bienestar”. - Ten paciencia contigo.
“Los cambios no son de un día para otro. Hay retrocesos, momentos de duda. Lo importante es seguir avanzando sin exigirte perfección”.
Tú no eres el problema. El problema es el sufrimiento que arrastras
No es culpa tuya. No lo estás haciendo mal. Solo estás pasando por un momento difícil que se ha colado en tu forma de comer. Y como cualquier problema, tiene solución si lo afrontas con apoyo.
La buena noticia es que puedes volver a disfrutar de la comida. Puedes volver a hacer planes sin miedo. Puedes recuperar tu energía, tu alegría y tu confianza.
Y no tienes que hacerlo solo.