El cuerpo como templo espiritual

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Para muchas de las culturas que basan su filosofía en lo espiritual, el cuerpo, es considerado el templo donde habita el alma. Todas estas culturas, antiquísimas, sientan sus fundamentos en todo lo relacionado con la mente y el espíritu, lejos de la parte física. El cuerpo es un mero instrumento del que ambas se valen para existir. Así de sencillo. Aunque si realmente se tratara de algo sencillo, todo el mundo sería plenamente consciente, alcanzaría el nirvana y encontraría el sentido de la vida.

Los occidentales, en una constante búsqueda de la perpetuidad y de sentirse en paz consigo mismos, adoptan culturas, tradiciones o creencias de otras civilizaciones que, han evolucionado de algún modo, a través de las culturas orientales. Porque buscar la paz no está de más y los que más saben de ello, no son los psicólogos o terapeutas convencionales. La paz, está en el interior y, como nos enseñan expertas en espiritualidad y tantra como Maite Domenech, el tantra, la meditación y sus diferentes técnicas terapéuticas, ayudan a sanar y limpiar ese interior, para permitirnos disfrutar con plenitud de la vida.

Definir un claro origen del tantra, es todavía algo difícil dentro del mundo académico. Casi con total probabilidad, el mayor obstáculo que presenta la búsqueda de ese origen, radica en la idea de defender una historia evolutiva lineal de esta tradición milenaria, con objeto de conferirle peso y antigüedad. Algo difícil de sostener al observar la complejidad histórica, política y religiosa del culto religioso en lugares como la India. Otra dificultad, reside en no olvidar que se trata de un sistema caracterizado por tener la pretensión de aglutinar y reordenar todas las creencias religiosas en una jerarquía con conciencia evolutiva.

Encontrar la manera de definir con brevedad un concepto tan amplio, complejo, poderoso y, a la vez, bello, como el tantra, resulta una tarea difícil, según los entendidos en la materia. Aun siendo así, bajo esta advertencia, vamos a tratar a través de este artículo, de trasmitir mínimamente, como esta visión sagrada de la vida, va más allá de las prácticas sexuales a las cuales se ha visto reducida y simplificada esta filosofía o, subcultura.

El sexo no lo es todo

Reducir la Doctrina Tántrica al sexo o la práctica sexual, es dejar fuera un noventa por cien de lo que representa esta filosofía. Lo que quiere decir que tan solo un diez por ciento, es lo que se ocupa en este aspecto en particular. Resulta más que evidente que el sexo y la sexualidad están presentes en el Tantra. Es cierto que su eficacia es real y permite alcanzar orgasmos de gran intensidad que duran y duran. Pero también es cierto que no dejan de constituir una reducida parte de estas profundas y milenarias enseñanzas yóguicas. Eso es, se amparan dentro del yoga.

El sentido literal de esta palabra, no tiene nada que ver con el sexo, aunque los occidentales, hacemos de forma directa, esa asociación. No obstante, Tantra viene a decir urdimbre, telar.

Bajo ese significado, se parte de la base de que todos estamos unidos en el Universo. Mediante un hilo invisible que nos conecta tanto a la estrella Polar como a un oso que vive en Alaska o una brizna de hierba en el Amazonas, o un pescador en tierras gallegas. Según el Tantra, todos participamos y formamos parte de la misma esencia.

Llevando la filosofía hasta sus últimas consecuencias, la teoría, implica que todos somos Uno. En esa realidad, no existe mayor separación o diferencia: Uno y solo Uno. Del que parte todo y al que todo vuelve. Son muchas las otras vías o creencias espirituales que han enunciado dicha unidad, sin establecer una oposición entre lo espiritual y lo material, lo sagrado y lo profano. En sus creencias, predican la renuncia a lo material para poder vivir inmerso en la espiritualidad. Considerando en estos casos, lo mundano como algo opuesto a lo sagrado.

Resulta evidente que vivimos en un mundo donde los opuestos, se encuentran. Aunque a dicha oposición, podríamos denominarla como la paradoja de la vida. Noche y día, frio y calor, tristeza y alegría, por citar unos ejemplos, constituyen por si mismos esa oposición que conlleva la contradicción, en este caso, paradójica. Pues sin uno, no existe el otro. El Tantra va más allá, proclamando que, dicha unidad no riñe con la dualidad.

Esto viene a decir que, la doctrina tántrica afirma que, no solo esta dualidad no es contradictoria con nuestro origen invisible. En tal caso, se trata de una herramienta más para poder regresar a la Fuente.

Ideas respecto a lo material no es más que pura ilusión o apariencia, nos alejan de lo espiritual, impregna todas las culturas y religiones. Desde los católicos hasta los budistas, pasando por judíos, musulmanes y un largo etc. prevalece esta teoría que, como Jung define, ha logrado penetrar en el subconsciente colectivo de tal manera que, nos resulta incuestionable.

Nos parece normal que alguien religioso o que busque la paz interior, se aísle del mundo que solo crea distracciones y lo aleja de esa búsqueda, también son el tipo de personas a las que respetamos y nos resultan coherentes.

Ante esta idea, cabe plantearse una cuestión: ¿Cómo puede disfrutar de una cena gourmet antes de salir a tomar copas y, después pasar el día encerrado en casa haciendo meditación y reflexionando? Según las filosofías espirituales eso es pura pose y falsedad. En realidad, no esta reñida la espiritualidad con la apreciación por otros placeres de la vida.

La filosofía tántrica, acepta que, si la realidad del mundo terrenal, por superficial y vano que sea, existe y es la que es, debe ser porque tiene su lugar, su razón de ser y su función.

De ahí que, el sexo, para algunas religiones muy arraigadas sea algo indecoroso y cuestionable su finalidad de disfrute, en tanto que, para el Tantra, la conclusión es otra: si todo es divino, todo lo que hay en el universo lo es, sexo incluido (y cenas gourmet también). No es necesario asilarse o alejarse de lo que nos rodea si en realidad somos parte de un todo y todo, forma parte de nosotros.

Es en esta determinación, de la que surgen las nociones del sexo sagrado, practicado con suma conciencia, en lugar que de forma animal y, por lo general sin ninguna intención de reproducirse. Algo que contemplan con convicción las religiones monoteístas, arcaicas y sobre valoradas (cada vez menos) del evolucionado occidente.

El sexo tántrico

La cultura tántrica habla sobre el cuerpo de cada persona, considerándolo como un templo sagrado que es digno merecedor de atención y cuidado, tanto en el plano físico, como el emocional y espiritual.

De esta idea, nace el sexo tántrico, una práctica milenaria que fundamenta el origen del mundo a raíz de acto amoroso, durante la unión íntima de la pareja. Esta práctica, fue desarrollada, como ya sabemos, en el lejano Oriente, pero ha sido su llegada a la cultura occidental la que la ha puesto en boca de todos.

La cultura oriental, alega que el hombre podía vivir mas de ciento veinte años si era capaz de canalizar su energía sexual. Por eso, en el tantra, el sexo se practica con espíritu, con alma. Durante el acto, se unen mente y respiración, desde los preámbulos hasta el clímax, considerando el semen como fuente de vida y energía vital.

Esta teoría, esta basada en la mitología hindú que sostiene que la unión divina formada por Shakti y Shiva (masculino y femenino), definieron la creación del universo a través del sexo y la danza erótica. De tal manera que el Tantra, propone postergar el coito y el orgasmo, a través del autoconocimiento y la evolución interior, partiendo del furor del placer que, trasciende los limites físicos y llevando al orgasmo espiritual.

Entre las técnicas tántricas que se aconsejan, se encuentran ejercicios de respiración y control muscular de la zona genital, con la idea de que hombre y mujer, sean capaces de prolongar el momento previo al orgasmo. Al retardarse, puede resultar sumamente intenso.

Son muchos los especialista que aseguran que este tipo de practicas sexuales, son una excelente fórmula para contrarrestar la constante insatisfacción sexual que manifiestan las parejas e individuos, en general, al caer en un sexo rutinario, rápido y carente de conexión espiritual entre ellos.

Sin embargo, para otros, resulta una visión de la sexualidad y la intimidad del ser humano, demasiado filosófica para los tiempos en los que vivimos. No obstante, aquellos que han pasado pro la experiencia, afirman que la práctica de sexo tántrico, es algo increíble que, no solo permite la unión carnal, sino también, la entrega espiritual de los amantes.

Del mismo modo que otras filosofías espirituales han calado en la cultura occidental atrayendo a numerosos seguidores, el Tantra, ha conseguido atraer la atención de muchos occidentales. Religiosos o no, muchos han dado un paso a la espiritualidad oriental y no solo buscan o persiguen esa paz espiritual, sino que la encuentran. En el caso del Tantra en particular, lo triste es que solo se asocie a la práctica sexual cuando en realidad, es mucho más.

 

 

 

 

 

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